Todos conocemos aquella frase que se dijo hace mucho tiempo de: “Ama a tu prójimo como a ti mismo”. Sin embargo, son pocas las personas que han llegado a entender el significado. Lo de amar al prójimo está muy bien visto, incluso cuando nuestras necesidades no han sido satisfechas. Pero el ponerse en primer lugar, como dice la mencionada frase, en muchos casos, es sinónimo de egoísmo. Sin embargo, una persona con autoestima no tiene porque ser una persona egoísta.
La pérdida de nuestro sistema de guía
Todos los seres humanos nacemos con un instinto de supervivencia que nos indica cuáles son nuestras necesidades. A lo largo de nuestra vida es muy normal que perdamos esa guía interna que tanto necesitamos conservar. Las normas de la sociedad en la que hayamos nacido irán moldeando nuestro comportamiento hasta convertirnos en personas útiles para el sistema. Estas normas y creencias habrán sido heredadas o transmitidas por los adultos con los que nos relacionamos.
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Toda este adiestramiento que nos lleva a ser buenos ciudadanos tiene la particularidad de conseguir que las cualidades individuales no sean tenidas en cuenta o, en el peor de los casos, que se vean relegadas al olvido. Cada persona nace con unas características únicas y especiales que deberían de ser reforzadas para conseguir una sociedad rica en diferentes matices. Sin embargo, actualmente la mayoría de las personas se empeñan en que cada vez haya más uniformidad.
El amor por uno mismo
Una persona que se ama a sí misma es muy difícil que no ame a los demás. Así mismo, una persona que nunca se haría daño es casi imposible que en algún momento hiciera daño a otro ser vivo. Lamentablemente, esto no es lo más habitual en el momento en el que vivimos.
Desde que somos muy pequeños se nos enseña a competir y a luchar para ser “algo” en la vida. Se nos ha olvidado que el hecho de estar vivos, sin más, ya quiere decir que somos algo, y muy importante. En la misma medida, y sobre todo al género femenino, se nos inculca la idea de que es muy importante atender las necesidades de los demás antes que las propias. Con estas dos visiones van creciendo los niños y niñas de una sociedad que cada día es más violenta y desnaturalizada.
Si desde nuestro nacimiento supiéramos de nuestra importancia y de la necesidad de brillar como seres individuales no habríamos llegado a la destrucción que estamos llegando. Si cada persona fuera capaz de reconocer y satisfacer sus necesidades y no fuera adiestrada en la competición sino en la cooperación, tendríamos una realidad muy distinta.
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Egoísmo y autoestima no significan lo mismo
Una persona egoísta es aquella que solo piensa en sí misma y en su propio beneficio. El egoísta piensa en todo lo que tiene que ver con él de forma desmedida. Sin embargo, la persona con autoestima sabe de su valor y satisface sus necesidades. Una persona que se quiere a si misma sabrá querer fácilmente a los demás, mientras que la persona egoísta no tendrá problemas en perjudicar a otros para conseguir sus fines.
Cuando una persona sabe el valor que tiene y lo cuida como si de un tesoro se tratará, de alguna manera está custodiando su más preciado bien para poderlo poner en común con el resto de los seres humanos.
¿Cómo aumentar la autoestima?
Como ya hemos dicho, son muchas las personas, que a lo largo de su vida han perdido el amor por si mismos y son incapaces de ponerse en primer lugar. No obstante, esta manera de percibirnos puede ser cambiada con un poco de constancia y paciencia.
Veamos qué podemos hacer para aumentar nuestra autoestima:
Observa tu mente
La mejor manera de comenzar a quererte y a valorarte es saber qué piensas de ti. Para ello es necesario que comiences a llevar tu atención a tu interior. Nos hemos acostumbrado a vivir hacía el exterior pero urge cambiar este hábito. Te sugiero incluir en tu día a día momentos de silencio en los que puedas observar tus pensamientos. La meditación es una técnica que te ayudará mucho en este proceso.
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No te compares con nadie
Afortunadamente, cada persona es diferente, y nunca deberíamos compararnos. Observa tus pensamientos acerca de los demás y procura detenerlos cada vez que te estés comparando con otros. Tanto para sentirte por encima como si te sientes inferior. Este tipo de comportamiento es un hábito adquirido que, gracias a la observación, puede ir desapareciendo.
Acepta todo de ti
De la misma manera que tratarías a un niño indefenso es como deberías de tratarte a ti mismo. Intenta aceptar todo aquello que tiene que ver contigo. Tu apariencia física, tus miedos, tus debilidades, tus emociones. Todo ello eres tú, y necesitas ser abrazado y reconocido. Los juicios hacía ti mismo deben desaparecer por completo. Si tú te aceptas, el mundo entero te aceptará.
Hazte regalos
Los mejores regalos que puedes hacerte a ti mismo son la aceptación y el perdón. No obstante, también es muy importante que te regales tiempo y cariño. Olvida las prisas y date permiso para hacer cosas que te gustan de forma tranquila. No hace falta gastar dinero, pueden ser cosas sencillas como una siesta, un baño o un paseo tranquilo. También puede apetecerte un regalo material y no esperar a que a otra persona se le ocurra hacerlo. Esos pequeños detalles contigo mismo llenarán tu vida de la alegría que otras personas también se beneficiarán.
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Tú eres el centro de tu universo
La realidad en la que vives depende mucho de ti, de cómo te sientes y reacciones antes los distintos acontecimientos. Tú eres el centro de tu universo y desde ese centro emites hacía el exterior irradiando lo que allí se encuentra. Si quieres que tu vida esté llena de paz y alegría comienza haciendo posible que esas emociones se instalen en tu interior.