Antes de comenzar, es necesario asimilar que la responsabilidad comprende diversos aspectos de nuestra vida y que la misma, no se enfoca meramente en eso que estamos obligados a cumplir o realizar en un cierto período de tiempo
En este orden de ideas, ser responsable es ser consciente de las consecuencias de nuestros actos. De igual manera, es asumir el rol protagónico de nuestra vida personal y/o laboral. Ser responsable, es aceptar el peso del éxito o del fracaso sobre nuestros hombros, es no pretender que otro haga lo que nosotros debemos. En este marco de ideas, implica también dejarle de echar la culpa a los demás, por lo que fue, es y será.
En tal sentido, no podemos cambiar el pasado, pero si podemos forjar nuestro presente y futuro. Para lograrlo, es vital aprender de nuestros errores. Es importante destacar, que aprender no es olvidar, porque esta última, a pesar del transcurrir de los años, no nos permite avanzar. Quizás creemos haber superado algo porque ya no lo pensamos o evitamos todo lo que a ese evento concierne, sin embargo, lamentablemente no es así. En realidad, lo que habremos hecho es anular una parte de nuestro ser, cerrando la puerta al desarrollo de todo nuestro potencial y de esta forma, permitiríamos que el daño causado por equivocaciones propias o por otras personas, determine nuestro hoy y mañana.
En este contexto, lo primero que debemos hacer es ser responsables de nosotros mismos, trabajando sobre aquello que nos ha perjudicado, eso que nos afecta y seguirá haciéndolo hasta que lo enfrentemos y derrotemos.
Esta es una batalla que nadie puede librar por nosotros, por eso, antes de ser responsable para otros es necesario hacernos responsables de nosotros mismos y procurar nuestro bienestar.