La Última Cena constituye una obra fundamental de la historia del arte. Encargado por el duque Ludovico Sforza para el refectorio de los padres dominicos de Santa Maria delle Grazie, de Milán, el mural comenzó a realizarse hacia 1495. Por una nota del duque a su secretario, Marchesino Stanga fechada el 29 de junio de 1497. Se sabe que por esos días Leonardo aún no había terminado la obra pero que estaba bastante avanzada. Esta información se complementa con la que aparece en el prólogo del De divina proportione, Libro de Luca Pacioli con fecha del 9 de febrero de 1498, en el que se informa de la pintura a Leonardo como ya acabada.
La razón de la lentitud con que se llevó a cabo este mural se debe fundamentalmente a las malas condiciones de la pared donde debía ser pintado y a la técnica pictórica que Leonardo eligió. Ésta, ya conocida por los decoradores de la Europa septentrional desde la Edad Media, consistía en emplear una mezcla de témpera y óleo extendida sobre dos bases de yeso. Este proceso resultó muy laborioso y lento y exigía que algunos días solamente se dieran unos pocos toques de pincel. "Muchas veces he visto a Leonardo dirigirse por la mañana temprano a trabajar en la plataforma, ante el cuadro de La Última Cena. Solía permanecer allí desde la salida del sol hasta el atardecer, sin dejar de su mano los pinceles, pintando siempre, sin comer ni beber. Después durante tres o cuatro días no volvía a tocar el trabajo" Explicaba con detalle el escritor Matteo Bandello.
La obra una vez acabada, causó un gran impacto y su poderosa influencia fue determinante para la evolución de la plástica Europea. No obstante la pintura comenzó a deteriorarse pronto debido a la humedad de la pared y en el curso de los siglos fue objeto de varias restauraciones.
La última restauración, realizada en la segunda mitad del siglo XX, ha devuelto parcialmente los colores originales de los detalles del dibujo, perfiles de los rostros, manos y hasta pinceladas con las que Leonardo iluminó las vestiduras y los rostros de los apóstoles.
La Última Cena, emblema iconográfico del arte sacro cristiano del siglo XVI, aúna genialidad y drama en virtud de los recursos empleados por Leonardo en su composición.
"En una pintura de historia no coloques demasiados elementos ornamentales sobre las figuras o en la disposición del cuadro, para evitar que se confundan la forma y las actitudes de las figuras o elementos esenciales de la disposición del cuadro" Escribe Leonardo en su Tratado de la pintura.
Su propuesta formal para este mural es semejante a la que empleo en La adoración de los Reyes Magos, es decir: Dos masas dinámicas, unidas y mantenida en quietud por un solo punto del apoyo. Como indica Kenneth Clark. El punto de apoyo es Jesús, a cuyos lados se distribuyen los apóstoles en dos grupos de seis, organizados a su vez en grupos de tres y dotados de movimiento y miradas hacia el centro, de modo que forman una perpectiva escalonada en torno a la figura central.
Esta estructuración de unas de las secuencias fundamentales del arte moderno se sostiene sobre un motor dramático que carga de sentido a toda la obra. Lo que dinamiza la escena son las palabras de Jesús: "Uno de vosotros me traicionara". A partir de ese instante los apóstoles reaccionan con gestos de estupor, se levantan, se horrorizan, retroceden provocando un movimiento expansivo como el que produce una piedra lanzada al agua. El único que permanece quieto es Judas. "Los mecanismos del ánimo" se ponen de minifiesto en los rostros y cuerpos. No obstante el cataclismo que las palabras de Jesús provocó en sus discípulos, la composición se ajusta a un escrito orden, en el que los doce apóstoles se vinculen a través de gestos y miradas con toda naturalidad.
El dinamismo de las figuras contrasta con el carácter lineal y estético de la arquitectura del espacio donde se desarrolla la escena. Como siempre, Leonardo describe la profundidad y atmósfera y transciende el espacio construido al espacio de la naturaleza.
"Hay tanto orden en esta variedad, y tanta variedad en este orden, que no se acaba nunca de admirar el juego armónico y la correspondencia entre movimientos y otros". Comenta con admiración E. H. Gombrich.
Fotografía editada por @gabyroz13
Informacion del EditorialSol90