Fue una noche larga, vale decir. Me hice a la idea de que tú estarías allí para mirarte a los ojos y decirtelo. Pero que triste que no fuese así. De todos modos, te lo diré.
Luego de tantos tragos amargos, decidí bajarme de la nube, pisar tierra firme y aceptar la realidad. Decidí llevar a cabo lo que hace tanto tiempo debí hacer. Tomé la díficil decisión de renunciar a ti.
Sí, tal como lees. Renuncié a todo lo que me atraía de ti, especialmente tu voz. Esa que con solo escuharla me derretía por completo.
Allí, sentada en el suelo, frente a una fogata, renuncié a ti, y a lo que sentía. Dejé todo lo sentimental a un lado, y pensé en mí, en mi estabilidad emocional.
Después de todo, debo admitir que me dolió pero... ¿Quién dijo que sería fácil tomar esa decisión? ¡Nadie! Me tomó unos minutos asimilarlo, pero logré hacerlo. Era como si me fuese quitado una enorme carga. Y creo, fue lo mejor que pude hacer.
Pero tal parece que al "destino" no le agradó la idea.
Al llegar a mi casa, dormí unas tantas horas... Y soñé contigo. Pero este no era un sueño como los otros. Tampoco me tomaré el tiempo para detallarlo. Desperté temprano, por mera costumbre, desayuné y me dispuse a hacer un par de cosas en la pc. Luego, volví a acostarme. Y de nuevo, tú apareciste en mi sueño. Parecía un juego pero no.
Lo que sí diré es que aquel sueño tan extraño me dio dos opciones: la primera era comenzar de cero. Sí, una locura en lo absoluto. La segunda era hacer caso omiso a lo que sentí cuando, después de tanto tiempo, volví a escuchar tu voz... Y cuando te vi.
A mi parecer, esa era la opción más factible.
Y por supuesto, fue la que escogí.
Por mí, por mi bienestar, y por mi tranquilidad emocional.
Aunque duela a veces lo mejor es soltar y dejar ir, lo tóxico nunca será bueno para nosotros. Saludos.