"Muy bien, ya he acabado la carrera. ¿Y ahora qué? Llevo toda una vida estudiando, esperando esto, y
ahora que por fin ha llegado… no sé qué hacer conmigo misma. De lo mío no hay casi trabajo, y en casi todas las
entrevistas de trabajo a la que he ido salgo desmotivada, sin más… Pero oye, ¡doy las gracias! Con la crisis
económica, suerte que he podido trabajar de algo. No sé, echo de menos lo que era antes… Salíamos de clase, y
unas cervezas. Cada lunes, una anécdota nueva del fin de semana. Y lo que nos reíamos… ¿Cuánto hace que no me
río? A ver, sí, claro que me río, pero reírme de verdad. De eso que no puedes parar, que te quedas sin aire… No
sé qué me está pasando. No vivo mal, no soy infeliz… pero, ¿realmente soy feliz del todo? ¿hay algo más, o la vida es simplemente esto?"
Cuando queda poco para el día de tu cumpleaños sientes un cosquilleo en el estómago, pero ya no es el mismo cosquilleo de ilusión que cuando cumpliste los 18. Ahora se parecen más a nervios de ansiedad que de entusiasmo. Y comienzas a hacer comentarios ¿graciosos? acerca de que te haces viejo, a tener pensamientos sobre lo rápido que han pasado los últimos años, y a sentir cierta nostalgia por todo. Y surge la frase por excelencia: “Veinti-X… ¿YA?” (sustituyendo la X por el número en el que te haya entrado el pánico).
No es nada fácil definir esta sensación que nos llega de imprevisto cuando ya llevamos algunos años cumpliendo los veinti-algo, pero es innegable que desde hace algún tiempo la veo a mi alrededor, y también en mí misma a ratos. En esos estudios sociológicos de tardes de café, lo he comentado con amigos, y entre todos los “a mí también me pasa” y “yo también me siento así”, creímos estar descubriendo algo muy interesante…
Resulta que lo que nos pasa a los veinteañeros ya tiene un nombre. Se llama la “crisis del cuarto de vida”, un término acuñado por la autora Abby Wilner, que tiene hasta un libro y una página web.
La crisis del cuarto de vida se da en la década de los 20 a los 30, antes o después en función de cada persona, y se define como una especie de apatía hacia la vida. Sin embargo, se trata de un malestar “reprimido”, “no asumido”, porque con lo joven que somos nos da mucha pereza admitir que estamos en una especie de crisis existencial. Así que esta incomodidad se vive habitualmente de forma inconsciente, intentando encubrirla ante los demás, y también ante uno mismo.
¿Por qué nos ocurre la crisis del cuarto de vida?
- A nivel biológico, la efusividad de la adolescencia ya ha finalizado por completo, y nuestro sistema hormonal se vuelve mucho más estable y sutil.
- A nivel psicológico, podemos sentirnos sobrepasados por las exigencias adultas de ese “mundo real” en el que acabamos de caer, unas responsabilidades que al final nos aburren, nos molestan y nos estresan.
- A nivel emocional, de pronto nos enteramos de que ya no somos los mismos. Hemos crecido sin darnos cuenta, y ahora nuestras necesidades emocionales son bastante más complejas.
- A nivel profesional, es momento de adaptarnos a una realidad laboral que a menudo no es como esperábamos, haciéndonos sentir cierta inseguridad e insatisfacción.
- A nivel social, nuestras amistades y compañías se van volviendo más selectivas, algunas personas desaparecen de nuestra vida, y a las que se quedan les dedicamos menos tiempo del que nos gustaría.
Los “síntomas” más típicos de nuestra crisis
- El futuro es una caja de sorpresas
Sientes que tu futuro a corto/medio plazo es totalmente incierto, no tienes nada claro lo que va a ser de ti en los próximos años, quizás ni siquiera el año que viene… y eso te da más vértigo que montar a la Shambhala. Pero a la vez, hay mucha ilusión en esa incertidumbre.
- El amor… esa asignatura pendiente
Si tienes pareja desde hace mucho tiempo, quizás empiezas a darte cuenta de que ya no es lo mismo: tú has cambiado mucho en estos años, y también lo ha hecho tu compañero/a. Es natural, pero ¿seguís siendo igual de compatibles que antes? Por el contrario, si llevas mucho soltero/a, no es raro que comiences a sentir que el sexo esporádico ya no te llena lo suficiente, junto con una necesidad bastante fuerte de crear un vínculo emocional con alguien. Si tienes pareja y vuestra relación es absolutamente ideal, deja tu comentario.
- La falta de tiempo
Demasiadas cosas que hacer y muy pocas horas, así que el tiempo se ha vuelto lo más valioso para ti, aunque eso también te ha hecho aprender a invertirlo mejor. Cada vez necesitas más ese giratiempos de Hermione, y el hecho es que lo puedes adquirir fácilmente aquí. Pero, ¡¿tú has visto lo que vale?!
- La falta de dinero
Sin duda, es nuestro problema por excelencia, el síntoma estrella de la crisis del cuarto de vida. A menudo tenemos ganas, tenemos ilusión, tenemos ideas, tenemos fuerza y energía… pero no tenemos dinero, así que todo se queda en nada. Y frustra, claro que frustra. ¡Pero no todo es el dinero! Hay muchas cosas para las que no lo necesitas.
- Nuestros primeros pasos en política
Éste ya no es un tema de los mayores al que podemos tranquilamente hacer oídos sordos. La política te interesa desde hace ya algún tiempo, te sientes partícipe de la sociedad en la que vives, y quieres aportar tu granito de arena para mejorarla. Pero a la vez, sientes que es un tema complicado, confuso, contradictorio… y a veces huele mucho a decepción.
- El odiado y deseado mundo laboral
La pesadilla laboral de cualquier veinteañero se resume en esa frase. Si no trabajas, estás deseando trabajar. Si trabajas, te encantaría no tener que trabajar. Sueñas con ese trabajo perfecto, seguramente relacionado con tus estudios, ese trabajo que te haga sentir autorrealizado.
- El complot de tus amigos de Facebook
A tus amigos de verdad cada vez los ves más de tanto en tanto, estáis todos tan ocupados que no es fácil coordinarse. Y tus amigos de Facebook parece que se hayan puesto de acuerdo para restregarte sus perfectas vidas: viajes, comidas, novios, novias, fiestas, aventuras… ¿Acaso eres el único que tiene una vida mediocre? ¡Sabes que no! No dejes que unos filtros de Instagram te depriman.
- El síndrome Forever Young
¿Y quién no? La canción tiene razón. Lo cierto es que la mayoría tenemos un miedo bastante fuerte a envejecer, y no sólo físicamente (que también) sino a envejecer psicológicamente. La mente te envejece cuando la rutina se traga tu creatividad, cuando ya no te quedan ganas de probar cosas nuevas para divertirte, y tus únicos amigos son la manta y el sofá.
"Tú que aún eres joven…
Tú que aún eres joven, tienes que disfrutar de la vida.
Tú que aún eres joven, tienes que aprovechar el tiempo.
Tú que aún eres joven, tienes que cuidar tu salud.
Tú que aún eres joven, tienes que vivir experiencias.
Tú que aún eres joven, tienes que labrarte un futuro.
Tú que aún eres joven, tienes que estar contento."
Y nuestras cerebros veinteañeros van directos al colapso. Nos ponen muy nerviosos este tipo de presiones que recaen sobre nuestra juventud, porque detrás de todas esas frases se intuye una coletilla final: “…antes de que sea demasiado tarde”.!
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