Aventuras en algún lugar del mundo

in #adventure6 years ago (edited)

  Mariam sorprendiéndose y descubriendo cosas nuevas lejos de casa, en una sociedad avanzada:

Una cotidiana y soleada tarde de verano transcurría cuando llegué a mi destino. Me encontraba cansada, sudorosa y acelerada después de correr casi tres kilometros bajo la proyección de un sol insolente, y sólo pensaba que quería descansar y reestablecer mi respiración para atender lo más pronto posible mis asuntos. Sin embargo, la idea de concentrarme en respirar y recuperarme no tardó mucho en pasar a segundo plano, cuando, paseando mi mirada por los alrededores, me percaté de un muchacho de aproximadamente 26 años que estaba empujando una camioneta descompuesta en el estacionamiento. Inmediatamente decidí ayudarlo. Sé que me gustaría que alguien hiciera lo mismo por mi, por mis hermanos, por cualquier persona. Dejé mi bolsito (con mis tarjetas, carnets, licencia, documentos de identidad, etc.), mi celular y mi botella plástica de agua en el piso, la cual rodó a un par metros de mi bolso, y me dirigí hacia el muchacho para ofrecerle mi ayuda. Inmediatamente después de dar mis primeros tres pasos hacia el individuo en cuestión, me reprendí mentalmente por haber dejado mis pertenencias atrás, sin ningún tipo de protección. "Te van a robar, Mariam. ¿Tú nunca aprendes? No quiero lloraderas después, ni que le eches la culpa al man de la camioneta"

Decidí ignorar mi voz interna más sabia y seguir con lo decidido. Ni modo. Ayudé a Fulanito con la camioneta, me ofreció una sonrisa amplia y las gracias, y, aunque la mirada insinuadora de sus ojos me ofrecían algo más, y su sonrisa y la inflexión de su voz se tornaron claramente pícaras, se limitó a muy gentilmente estrecharme la mano e invitarme un café como muestra de agradecimiento, el cual amablemente tuve que rechazar porque iba tarde, y porque he aprendido a mantenerme un poco alejada de desconocidos... con un anillo en el dedo anular de su mano izquierda.

Y aunque ciertamente hizo intentos vagos de obtener mi número de celular, no insistió desagradablemente para obtenerlo, no chanceó patético y errático. Al irme no me dijo tres babosadas. No gritó: "coye mami, ¿cómo no eres arepa para rellenarte con mi chorizo"

En ese momento aprendí algo: la mayoría de los hombres (que he conocido) son mas o menos iguales. Aquí, en Caracas o Tokio. Cada uno a su manera, con su estilo. Siempre quieren curiosear entre siluetas prohibidas.

Al llegar al sitio donde había dejado mis pertenencias, aprendí algo más.

Lo primero que buscó mi mirada fue mi bolso, no lo encontró. Teléfono, no. Botella de agua, no. Acto seguido recordé a Maduro y la madre que lo parió, y decidí que quería romper una ventana, o miles. "Hasta la botella de agua, pues, por pegada. Te lo dije.", me recordó Mariam sabia.

Pero me había precipitado. Ya venía predispuesta y no tomé el tiempo para siquiera detallar mis alrededores: mi bolso y mi celular estaban reposando, intactos, en la pared de uno de los numerosos locales del lugar. Al no ver mi botella, dije: "WTF? Me robaron la botella de agua y no el bolso y el celular, Gringos locos Pero igual gracias por resguardar mis cositas, quien quiera que hayas sido."

Pero nuevamente estaba equivocada: al dar unos pasos ví mi botella en un recipiente para objetos reciclables.

Sí, alguien tomó mis cosas y las puso en la sombra, y alguien más, o la misma persona, vió mi botella de plástico en el piso y la echó al pote de reciclaje.

Ese algo más que aprendí es que, en gran medida, la estabilidad de un país depende de la mentalidad altruista de sus ciudadanos y sus cimientos morales. Los seres humanos de calidad abundan lejos de la miseria.


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